We know what the Lord requires of us. We’ve been doing exactly that for generations
by Lemuel Garcia-Arroyo, mission engagement advisor | Special to Presbyterian News Service
“The Church is to be a community of faith, entrusting itself to God alone, even at the risk of losing its life [from “The Foundations of Presbyterian Polity,” Book of Order- F-1.03]
Gospel Lesson: Matthew 19:16–30
LOUISVILLE — The Presbyterian Church (U.S.A.) is committed to being a Matthew 25 church that is actively engaged in the world, making a difference in people’s lives and in our communities. Some may believe being a Matthew 25 church that eliminates, once and for all, the root causes of hunger, poverty, oppression and injustice is an impossible task. After all, the church has been trying to do so for over 2,000 years.
Jesus’ words are clear: “For mortals it is impossible, but for God all things are possible” (v. 26).
Presbyterians today might feel a little bit like the man running up and kneeling before Jesus, but this time asking for how we can truly become a Matthew 25 church. Jesus would probably respond: “You know what the Lord requires of you, ‘to do justice, and to love kindness, and to walk humbly with your God’” (Micah 6:8). Yes, we know. We have been doing exactly that for generations, which is in our DNA as people of the Reformation.
And we may ask ourselves: “Is this all that is needed or perhaps are we lacking something?” Jesus’ words, spoken out love in this gospel lesson, echo in our ears, minds and hearts: “If you wish to be perfect, go, sell your possessions, and give the money to the poor, … then come, follow me” (v. 21).
I am very grateful for the abundant blessings that God has bestowed upon the Presbyterian Church (U.S.A). We have a wealth of resources: theological, liturgical, educational, financial and other resources that the church willingly shares with “the least of these” at home and around the world.
Perhaps Jesus would tell us that we are doing what we are called to do, but that there may be times in which those resources get in the way of following Jesus completely. Those resources may become a hindrance when we entrust ourselves to others, rather than God alone, when we rely on what we think we know or what we own.
The disciples in our gospel lesson were perplexed about who could be saved. They had left everything and risked their lives to follow Jesus. But Jesus reassured them, and he is reassuring us now that there is no one who has left house or siblings or parents or fields, for Jesus’ sake and for the sake of the gospel, who will not receive a hundredfold of what they left behind. This has got to be the best “return on investment” ever!
There is a message for us in this lesson: Unless we leave what is not ours in the first place — call it family, possessions, knowledge, wealth, resources or even our very lives — unless we leave behind whatever may get in the way to truly follow Jesus, we will not be able to finally build congregational vitality, dismantle structural racism and eradicate systemic poverty.
Spanish translation
La Iglesia ha de ser una comunidad de fe, encomendándose sólo a Dios, aun a riesgo de perder su vida [de “ Las Bases del Gobierno Presbiteriano”, Libro de Orden – F-1.03 ]
Lección del Evangelio: Mateo 19:16-30
La Iglesia Presbiteriana (EE.UU.) se ha comprometido a ser una Iglesia Mateo 25 que está activamente participando en el mundo, haciendo una diferencia en la vida de las personas y en nuestras comunidades.
Algunos pudieran creer que ser una Iglesia Mateo 25 que elimina, de una vez por todas, la causas fundamentales del hambre, la pobreza, la opresión y la injusticia es una tarea imposible. Después de todo, la iglesia ha estado intentando hacerlo durante más de 2,000 años.
Las palabras de Jesús son claras: “Humanamente hablando es imposible, pero para Dios todo es posible” (v. 26).
Los presbiterianos hoy en día podrían sentirse un poco como el hombre que corre y se arrodilla ante Jesús, pero esta vez haciendo la pregunta de cómo podemos ser realmente una Iglesia Mateo 25. Jesús probablemente respondería: “Ustedes saben lo que el Señor espera de ustedes, ‘hacer justicia, amar misericordia, y humillarse ante su Dios’ ” (Miqueas 6: 8). Sí, lo sabemos. Hemos estado haciendo exactamente eso durante generaciones, que es parte de nuestro ADN como pueblo de la Reforma.
Y cabe preguntarse: “¿Es esto todo lo que se necesita o tal vez nos falta algo?” Las palabras de Jesús pronunciadas con amor en esta lección del Evangelio, resuenan en nuestros oídos, mentes y corazones: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres,…y ven y sígueme” (v. 21).
Estoy muy agradecido por las bendiciones abundantes que Dios ha derramado sobre la Iglesia Presbiteriana (EE.UU). Tenemos un acervo de recursos: teológicos, litúrgicos, educativos, financieros y otros recursos que la iglesia con buena disposición comparte con “estos mis hermanos pequeñitos” localmente y en todo el mundo.
Quizá Jesús nos diría que estamos haciendo lo que estamos llamados a hacer, pero que puede haber ocasiones en las que esos recursos se interponen en seguir a Jesús completamente. Esos recursos pueden convertirse en un obstáculo cuando nos encomendamos a otros, en vez de solamente encomendarnos a Dios, y cuando confiamos solamente en lo que pensamos que sabemos o lo que poseemos.
Los discípulos de nuestra lección del Evangelio estaban perplejos acerca de quién podría ser salvo. Los discípulos habían dejado todo y arriesgado sus vidas para seguir a Jesús. Pero Jesús les aseguró, y nos asegura ahora que no hay nadie que haya dejado casa o hermanos o padres o tierras, por causa de Jesús y del Evangelio, que quede sin recibir cien veces más de lo que dejaron. ¡Este debe de ser el mejor “rendimiento de la inversión” que jamás haya existido!
Hay un mensaje para nosotros en esta lección: A menos que dejamos lo que no es nuestro en primer lugar – llámese familia, posesiones, conocimiento, riqueza, u otros recursos o incluso nuestras propias vidas – a menos que dejamos atrás lo que sea que pueda obstaculizar seguir verdaderamente a Jesús, no seremos capaces de finalmente construir la vitalidad congregacional, desmantelar el racismo estructural y erradicar la pobreza sistémica.
The Rev. Lemuel Garcia-Arroyo is the Presbyterian Mission Agency’s mission engagement advisor for the South region. This piece was originally published on “Where Your Heart Is…A Weekly Offerings Stewardship Blog.”
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