Honrar la vida de un paciente con demencia

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Haga preguntas — luego escuche y aprenda

Por Magdalena I. García | Presbyterians Today

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Él era un hombre de pocas palabras. Mis visitas a menudo consistían en un monólogo que yo elaboraba cuidadosamente en torno a preguntas veladas, con la esperanza de que él ofreciera detalles de su vida sin agitarse. Pero sus respuestas eran cortas; unas pocas palabras enunciadas con una voz grave que se volvía más fuerte si estaba molesto con el tema.

Conocí a Roberto después de que se mudara a un asilo para ancianos. Lo poco que sabía de él lo aprendí de un hermano que vivía fuera del estado. El trasfondo de Roberto incluía una carrera en artes gráficas, trabajó con su padre en un negocio de impresión comercial, un matrimonio fallido, depresión, alto consumo de alcohol y fumar en exceso. Roberto había vivido independientemente hasta que su estado mental se deterioró tanto que una guardia de cruce lo vio caminar por la calle sin zapatos en un día nevado y llamó a los paramédicos. De ese modo fue a parar al hospital y eventualmente fue institucionalizado.

Al contemplar sus hábitos supe que era goloso. También descubrí que le gustaba la música clásica. Cada vez que yo tocaba una pieza en mi teléfono inteligente, él cerraba los ojos y tarareaba la tonada.

Sin embargo, no fue hasta el día en que murió que supe que Roberto había sido un pintor apasionado. Mientras guardaba la vigilia junto a su cama, acompañé a su hermano por teléfono. En agradecimiento, él me envió fotos de pinturas de Roberto que había conservado tras desalojar su apartamento: animales y parques, calles de Chicago y la parada elevada del tren, un vecino parado en el callejón, incluso un autorretrato. Al contemplar las imágenes sentí tristeza ante la oportunidad perdida de ofrecerle un mayor significado a sus últimos días al interactuar con él por medio de algo que claramente había sido su pasatiempo favorito. Ese mismo día juré dejar de hacer preguntas veladas, ser más asertiva, más preguntona, incluso a riesgo de ser fastidiosa, para que los pacientes con demencia, como Roberto, no sean enterrados y olvidados mientras que están vivos.

Magdalena I. García es capellana de hospicio para Vitas Healthcare en Chicago.


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