La Ofrenda de Testimonio Global y de Paz ayuda a llevar a El Salvador a defensores de los derechos de los migrantes para que aprendan y tomen acción
por Emily Enders Odom
LOUISVILLE – La difícil situación de los miles de migrantes en su El Salvador natal no deja dormir a Carmen Elena Díaz.
“Conociendo sus experiencias, sus historias y ministrando a las personas migrantes, mi vida se ha transformado”, dijo Díaz. “Sus historias te marcan, te transforman, te sensibilizan. Te hacen darte cuenta de lo duro y difícil que es este tema”.
Y la migración es un tema que Díaz conoce muy bien.
Como persona miembro del comité ejecutivo y coordinadora del Ministerio Educativo de la Iglesia Calvinista Reformada de El Salvador (IRCES), Díaz ayuda a coordinar el ministerio de migrantes de su denominación con decenas de personas deportadas y desplazadas.
Abordar el terror y el dolor de migrantes en un país caracterizado por elevados índices de violencia, volatilidad política, alto desempleo y pobreza creciente implica examinar no sólo las soluciones inmediatas, sino también éstas y otras causas profundas de la migración que han llevado a tantas personas en El Salvador a huir de su patria.
“No sólo intentamos mejorar las condiciones de vida de las personas que migran, sino que también nos lleva a querer que las personas no migren; a buscar y trabajar en las causas y a trabajar para que reduzcamos de alguna manera la migración”, dijo Díaz, ex Hacedora de Paz Internacional de la IP (EE. UU.) cuya formación incluye atención psicosocial y psicotraumatología. “Para nosotros, lo más importante es que las personas no migren; que no se marchen”.
Joseph Russ, que trabaja en estrecha colaboración con Díaz y sus colegas del IRCES, es coordinador de la Misión Mundial Presbiterianapara asuntos de migración, defensa y misión en el Triángulo Norte de Centroamérica (El Salvador, Honduras y Guatemala). Nombrado en el 2022 como resultado de una moción aprobada por la 223a Asamblea General (2018), Russ se ha dedicado desde entonces a tender puentes entre diferentes organizaciones y a fortalecer los esfuerzos de defensa en la región.
“Juntas, diversas organizaciones trabajan para construir una sociedad que respete mejor los derechos humanos”, dijo Russ. “Trabajan por un futuro en el que las personas puedan permanecer en sus países de origen, en el que a quienes migran se les respeten sus derechos cuando lo hacen, y en el que quienes repatrian puedan reintegrarse en sus países de retorno”.
Refiriéndose al importante papel que desempeña la iglesia en la región, Russ dijo que IRCES ha entretejido una cultura de paz en las oportunidades de educación informal, así como a través de programas para la juventud, grupos de apoyo psicosocial y edificación de comunidades.
“A través de un programa de refugio para personas desplazadas internamente y repatriadas, gestionado en colaboración con el Comité Internacional de la Cruz Roja, la iglesia redujo la exposición de las personas a la violencia y la pobreza, y ayudó a las personas a encontrar estabilidad en medio de algunas de las situaciones más difíciles a las que jamás se hayan enfrentado”, añadió Russ. “Por último, a través de los programas de agricultura comunitaria, la iglesia apoya a las comunidades locales para que desarrollen una agricultura sostenible frente al cambio climático sin depender de las grandes corporaciones ni de los fertilizantes inorgánicos. Esto ayuda a las personas a llevar una vida sostenible mediante alimentos más sanos para su propio consumo y la oportunidad de generar ingresos”.
Tales esfuerzos, incluido el lanzamiento en marzo del 2024 de la Red de Misión y Migración en Centroamérica con una conferencia inaugural en El Salvador, son posibles, en parte, gracias a las donaciones a la Ofrenda de Testimonio Global y de Paz.
Tradicionalmente recibida el Domingo Mundial de la Comunión, que este año cae el 6 de octubre, la Ofrenda de Testimonio Global y de Paz es única en el sentido de que la mitad de ella se destina a esfuerzos de labor de paz y testimonio global a nivel de la iglesia nacional para abordar cuestiones críticas en todo el mundo. Veinticinco por ciento es retenido por las congregaciones para el trabajo local de paz y reconciliación, y 25% va a los concilios intermedios para ministerios similares a nivel regional.
“Esta nueva red reúne a organizaciones de El Salvador, Guatemala, Honduras, México y Estados Unidos para abogar por políticas más justas en torno a la migración, educar a las personas sobre la misma y cómo trabajar por el cambio, y apoya el desarrollo de proyectos comunitarios locales”, dijo Russ. “Reúne los esfuerzos en curso para abordar las raíces de la violencia y sembrar las semillas de la paz mediante la transformación social en los corazones y las mentes de las personas, en las políticas públicas y en las comunidades locales”.
Según el Rvdo. Carl E. Horton, coordinador del Programa Presbiteriano de Labor por la Paz, la Red de Misión Migratoria da testimonio del impacto acumulativo de los esfuerzos del Programa de Labor por la Paz en los esfuerzos actuales de la IP (EE. UU.) en el ministerio de migración.
“Durante varios años, Hacedores de Paz Internacionales de América Central han visitado nuestras congregaciones y concilios intermedios para compartir las realidades de la migración y los ministerios de nuestros aliados en los países de origen y tránsito”, dijo Horton. “Los Seminarios de Estudio de Viajes a América Central y la Frontera Sur en el 2020 también inspiraron a líderes de concilios intermedios a unirse a la nueva red de misión de migración”. Además, el Programa de Labor por la Paz está dotando a las congregaciones de un nuevo plan de estudios sobre Centroamérica basado en la política de la Asamblea General del 2022 ‘Buscando la esperanza en medio de la desesperación en Centroamérica‘”.
Además del trabajo de la red en defensa y apoyo directo a migrantes, Russ dijo que la iglesia está en una posición única y especial para abordar, a través del apoyo pastoral, la violencia espiritual cometida contra migrantes. Todas las mañanas de la conferencia de marzo se abrieron con devocionales dirigidos por las personas participantes en el programa, muchas de las cuales eran migrantes, y se cerraron con reflexiones por la noche.
“Estos espacios sirvieron no sólo para centrarnos, sino también para desarrollar un lenguaje y unas prácticas espirituales y teológicas que nos permitieran entender la migración espiritual y teológicamente, y responder con sentido a las crisis de fe que surgen de estas experiencias”, afirmó Russ. “Al construir estos recursos y desarrollar el campo de la teología de la migración, podemos responder a las teologías que demonizan y dañan a migrantes y apoyar discursos vivificantes y liberadores sobre Dios y el pueblo de Dios”.
El Anciano Gobernante Anton Ahrens, de la Iglesia Presbiteriana Trinity de Topeka (Kansas), perteneciente al Presbiterio del Norte de Kansas, también asistió a la inauguración de la red, junto con aliados del Triángulo Norte de Centroamérica y varias entidades de la IP (EE. UU.) con sede en Estados Unidos, incluidos seis presbiterios, tres congregaciones y siete ministerios.
“La conferencia fue asombrosa porque me ayudó a comprender el contexto de la migración y a escuchar historias de migración”, dijo Ahrens. “Me hicieron ver las cosas de una manera distinta a como las veía antes. Escuchar a [una mujer llamada] Margarita contar su historia después de tener que decidir, tras la partida de su esposo, si migrar o no; si viajaría con sus dos hijas. Y el chal alrededor de sus brazos, los brazos de su familia, mientras ella migraba. No puedo imaginarme estar en esa situación. Y cuando fui a verla y hablé con ella de eso, se me quitaron un poco mis nociones preconcebidas y mi comprensión percibida. Para ver una historia diferente. La semana estuvo llena de experiencias como ésa”.
Como uno de los más de 50 asistentes a la conferencia, Díaz sintió fuerza y esperanza en esas cifras.
“Por eso es importante la formación de esta red”, dijo, “para poder articularnos y así tener más impacto. El impacto es menor cuando trabajas solo”.
Una de las señas de identidad de la Ofrenda de Testimonio Global y de Paz es el apoyo fundamental a proyectos de colaboración en materia de educación y testimonio cristiano como la red de migración.
“Apoyar la participación del Programa Presbiteriano de Labor por la Paz y conectar a más del 20% de participantes en el lanzamiento de la nueva Red de Misión Migratoria de Centroamérica a través del Programa Internacional de Hacedores de Paz son testimonio de la inestimable labor de reunir a las personas para que aprendan y tomen acción”, afirmó Russ.
De las cuatro Ofrendas Especiales de la IP (EE. UU.), Ahrens dijo que Testimonio Global y de Paz es la Ofrenda con la que se siente “más conectado”.
“Todas las Ofrendas son estupendas y necesarias, pero no creo que otras Ofrendas ofrezcan a las personas en los bancos lo que ofrece la Ofrenda de Testimonio Global y de Paz”, afirmó. “Es la capacitación para todos los niveles: local, presbiterial y nacional”.
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