Una carta de Vilmarie Cintrón-Olivieri y José-Manuel Capella-Pratts, sirviendo como enlaces regionales en el Caribe.
Otoño 2024
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Cuando se habla del Caribe, la gente suele pensar en fiestas, música, música exótica, hermosas playas: todo un paraíso que les invita a una vida tranquila, relajada y colmada de ocio. Esa es la imagen que se proyecta en los medios publicitarios con el fin de alimentar la industria del turismo, tan necesaria para la economía en la región. Sin embargo, la experiencia que vive la gente local contiene otras realidades ocultas bajo el manto de la vida placentera, entre ellas, la dura realidad de que la vida en el Caribe se encuentra sazonada con el horror de la temporada de huracanes.
Este año la temporada comenzó temprano, con el desarrollo del primer ciclón: Beryl. Alcanzando rápidamente la designación de Categoría 5, Beryl rompió múltiples récords meteorológicos a finales de junio y principios de julio. Dejando destrucción a su paso, Beryl afectó severamente las islas de Grenada, área de servicio de nuestra denominación hermana, Presbyterian Church in Grenada (Iglesia Presbiteriana en Granada). Beryl también dejó destrucción en porciones de Jamaica, hogar de nuestra denominación hermana, The United Church in Jamaica and the Cayman Islands (La Iglesia Unida de Jamaica y las Islas Caimán) (Para notas de la respuesta de PDA, toque aquí https://pda.pcusa.org/situation/hurricane-beryl/).
Durante el mes de agosto en las Islas Vírgenes y Puerto Rico tuvimos la visita de la Tormenta Tropical Ernesto, antes de convertirse en Huracán y continuar su paso hacia el Atlántico Norte.
Nótese que políticamente Puerto Rico es territorio estadounidense (sobre esta realidad colonial podríamos conversar largamente en otro momento), pero eso no lo convierte automáticamente en un lugar próspero. Cerca de la mitad de la población vive bajo el nivel de pobreza y la brecha de inequidad cada día es mayor. El creciente costo de vida y condiciones de trabajo van agobiando escalonadamente a una clase media en riesgo de desaparecer. Esta vulnerabilidad poblacional queda al descubierto cada vez que la Isla enfrenta un desastre natural. Ernesto pasó como tormenta tropical, no como huracán. Su “ojo” pasó cerca, pero no tocó la Isla. Aun así, los vientos y la lluvia causaron serias inundaciones, derrumbes en áreas montañosas y pérdida de servicios esenciales. La infraestructura de la Isla no podrá soportar un huracán que le afecte de forma directa, sin colapsar.
Así como a las otras islas de la región, la localización de Puerto Rico en medio del mar Caribe le expone con frecuencia al paso de estos fenómenos. Esto hace que la población sufra colectivamente los efectos de un trastorno de estrés postraumático (PTSD, por sus siglas en inglés). Las autoridades de salud reportaron que las llamadas a la línea “PAS”, de ayuda emocional, se duplicaron en la medida que la tormenta tropical Ernesto se acercaba. Aún están muy frescas las memorias de los huracanes Irma y María, que en el año 2017 devastaron a Puerto Rico, dejando a su paso una estela de muertes y destrucción cuyos efectos aún se sufren en la Isla (para información de PDA relacionada a la recuperación en Puerto Rico pulse aquí: https://pda.pcusa.org/situation/puerto-rico/ ). Uno de los aspectos que aún no ha recuperado de forma adecuada es el sistema eléctrico. De manera que, el 9 de agosto, al igual que miles de personas en la Isla, sufrimos un gran apagón a causa del paso de Ernesto.
A Vilmarie y a mí, la experiencia del apagón nos sirvió como oportunidad para intercambiar pensamientos y reflexiones. Alrededor de nuestra mesa, a la luz de una vela, conversábamos y orábamos mientras Vilmarie pintaba en acuarelas y yo dibujaba con pluma fuente y lápices de colores (el arte en nuestras vidas se ha convertido en una práctica de cultivo de la espiritualidad, en tiempos de bonanza y en tiempos de pruebas). Parte de nuestro diálogo reflexivo giró en torno a las metáforas sobre la luz y la oscuridad en las Escrituras. Recordábamos, primeramente, la parábola de las diez mujeres jóvenes (Mateo 25:1-13). Aquellas que fueron sabias hicieron provisión para que no faltara el aceite que mantuviese sus lámparas encendidas toda la noche.
Es importante estar conscientes de que en tiempos bíblicos no existía tal cosa como energía eléctrica e iluminación artificial. De modo que, la oscuridad reinaba por doquier en la ausencia de la luz del sol. Con eso en mente las enseñanzas de Jesús cobran un significado más profundo. Especialmente sus palabras en el “sermón de la montaña”:
Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede
esconder. Tampoco se enciende una lámpara y se pone debajo de un cajón, sino
sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en casa. De la misma
manera, que la luz de ustedes alumbre delante de todos, para que todos vean
sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos.
Mateo 5:14-16, RVC
La temporada de huracanes aún no ha terminado … y su peligrosidad en años recientes se ha extendido hacia las regiones del sur de los Estados Unidos continentales. Elevamos nuestros ruegos al Señor por todas las vidas que se encuentran en las trayectorias ciclónicas en el Caribe y zonas aledañas, y para que, en todo lugar, la Iglesia de Jesucristo sea luz que disipe la oscuridad.
Reciban un afectuoso abrazo desde la región del Caribe,
José Manuel y Vilmarie
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